miércoles, 26 de febrero de 2014

CUADERNO 4: HARNEY EN DIGNIDADLANDIA


CUADERNO 4

HARNEY EN DIGNIDADLANDIA

Se acerca vuestro día, compañeras, así que os dedico esta pequeña greguería que titularemos: EL TIPO QUE OLIA A BOCATA DE MORCILLA.

Hace un par de semanas nos tocó negociar un expediente de regulación de empleo. A un lado de la mesa, la Mari, el Paco y yo. Al otro lado, el glamour, compuesto este último por el responsable de Recursos Humanos de la empresa, el director gerente y el abogado.
Y empezó el abogado… chicas, ¡qué abogado! ¡Que tío más seguro cuando nos explicaba que mejor reducir salarios que echar a la gente a la calle!, ¡qué hombre más humano cuando narraba las duras condiciones del parado en la puta calle! Mejor bajarnos sueldos, coño, es verdad, mejor bajarlos…
Pero la Mari se me dislocó, o se me descolocó, o se traspuso, no sé muy bien qué pasó. Lleva ya cinco años separada y para mí que a estas alturas tiene todo el tema afectivo trascendido. Pues bien, yo, que siendo hetero, me evocaba bajo el seguro abrazo de ese hombre, sombreado por sus largas pestañas, hete aquí que escucho a la Mari decir que el gerente y su equipo se han subido el sueldo el 60% en el último año, que, además, ha contratado a su hija y a su señora también para directivas, y a una amiga de su señora, quizá una amiga en condominio gerente/señora de gerente, y que el problema no es que sobren trabajadores, que ya están cobrando media jornada trabajando la jornada entera, ni que falte dinero, visto lo visto.
¡Amigas!, ¿se enfadó el abogado?, ¿se molestó siquiera? ¡No! ¡Miró al de recursos humanos, nos sonrió y le dió la razón a la Mari!
¡Ay ese abogado, compañeras!, ese abogado con la madurez segura de Richard Gere, con ese físico ajeno a los triglicéridos, con todo el kit que el tronío impone, sus gemelos rojo y gualda, sus brackets pavonados, su pulserita en apoyo de los autónomos sin fronteras, su deportivo de dos plazas (sin hijos, guau) en la plaza de minusválidos, su olor a…. ¿morcilla?
La semana siguiente, retiraron el expediente y despidieron a quince.
Y ahora podríamos acordarnos de la banalidad del mal de la Anita Arendt, pero me voy a detener en unas cuantas frases, que seguro están en la mente del abogado ten top.
La primera: “si yo no lo hago, lo harán otros”, y sus matizadas variantes: “para que lo haga un cabrón, lo hago yo, que soy menos cabrón”.
La segunda: “no es culpa mía”, también con sus variedades dialectales del tipo: “no es mi problema” y “yo solo hago mi trabajo”.
Tercera: “No hay más remedio” con el usual añadido de “se tiene que perjudicar a algunos para salvar al resto”, lo que a la hora de comer se convierte en el muy español comentario de “no se puede hacer una tortilla sin cascar algunos huevos”.
Así que la Mari convoca una huelga de un día y, los que hoy conservan el trabajo pero es posible que mañana no, le dicen: “es que no puedo permitirme perder un día de salario”.
Y yo, que veo el futuro, oteo que la Mari manda a sus compañeros a tomar por culo y cuando, efectivamente se van a tomar por culo porque la empresa cierra, le dicen a la Mari: “¿y tú donde estabas?” en vez de pensar, “¿dónde estaba yo?” Y la Mari contestará: “en dignidadlandia, de donde tú emigraste”.
El abogado, efectivamente, olía a morcilla, los trabajadores olían a morcilla, y un país así, tan amorcillado, no puede sino oler a morcilla. Bueno, no, un grupo de irreductibles galos, como la Mari, aún resiste. Son una brisa que huele a futuro.
Esto va dedicado a todas esas Maris.